lunes, 17 de enero de 2022

Nueva operación

Con la ansiedad disparada y una disnea horrible, me presento a revisión el 5 de marzo de 2020. Inmediatamente, sin opción a réplica, me dejan ingresada por urgencias para operarme y hacerme una nueva traqueo. 

El coronavirus, o más bien la paranoia, ya pululaba en el ambiente. Empezaban a restringir las visitas hospitalarias y las mascarillas estaban a un paso de convertirse en el accesorio de moda. 

Coincidí con bastante personal del mismo que me atendió las otras veces, y quedaron todas descompuestas cuando me vieron, y se sentían angustiadas cuando me oían respirar. Me trataron de maravilla, como siempre, soy como su niña. Me traían el pijama infantil especial para mí, el cacao y no el café, gasas y suero para limpiarme. Una mañana la chica de la limpieza hasta vino para ver si quería algo y me ofreció café o lo que necesitara.

Hasta la operación me impusieron reposo absoluto sin moverse de la cama, excepto para el baño. Y menos mal, porque cada vez que iba me bajaba la saturación por el esfuerzo.

Antes de operar, me dieron varios ataques, uno el día de la operación, el vientre se descompuso, y cuando estaba a medio duchar tuve que ir para la cama y ya no me moví. Respirando con calma la saturación se iba normalizando. Me hicieron la cama sin yo salir, y ya bajé a quirófano. La operación fue bajo anestesia local y bastante rápida, mejor que la otra también con local. Nada más terminar fue como un bálsamo de paz, por fin podía respirar.

Como siempre, guardo en mi recuerdo el trato con otros pacientes, especialmente una hija bastante jovencita con su padre que eran un amor. Me hizo llorar diciendo que era un ejemplo por mi entereza y mi sonrisa, cuando se enteró de todo mi historial.