Llevo una racha flojilla y me sorprendo de no haber explotado aún. Hay mucho peso sobre mi espalda y es hora de ir soltando lastre.
Esto va por las
decepciones que me he llevado con alguna gente. Te preguntan qué te pasa, lo
cuentas, y la respuesta:
a) el más absoluto silencio.
Nada, rien, nichts (aunque no sean cercanos, siempre se agradecen algunas
palabras)
b) un mísero OK. No estamos
hablando de un simple catarro. El no poder hablar –y yo soy profe- , tener
bastante dificultad respiratoria, algún problema al tragar, simple y llanamente
¡¡tener un agujero en el cuello!! Y aún por encima enfadarse tiempo después por
no decírselo, ¿perdona?, a lo mejor no fui muy específica, no apetece estar
contando siempre la historia, y menos a gente que poco se preocupa, pero éche o
mesmo.
c) lo siento, ya te iré preguntando.
Y vuelta a la respuesta “a”.
Y el más doloroso para
mí, a quien consideraba muy buena amiga, y a la cual habré visto unas dos veces
en este último año. Aunque no vive aquí, me consta que sí viene por la ciudad.
De hecho, las veces que la vi fue pura casualidad encontrarla (y recuerdo
cuando decía “no sé cuándo iré, ya te digo”). Encuentros fríos, como quien ve a
un conocido, enseguida diciendo “es que llevo mucha prisa, que tengo que hacer
esto y lo otro, ya quedaremos en la próxima”. Sí que me mandaba algún
whatsapp para preguntar qué tal y mandaba ánimos, pero si una buena amiga está
en mis circunstancias, lleva aguantado varias operaciones, que ni siquiera
avises cuando estás aquí y no saques ni cinco minutos de tu carísimo tiempo para
verla, en fin…
También he de decir que
hay gente que me ha sorprendido para bien, amigas a las que hacía tiempo que no
veía, pero nunca perdimos el contacto; y gente que pese a no ser muy cercana me
han demostrado un cariño enorme. Va por vosotros!!!!!
Gracias!!!!!