lunes, 31 de octubre de 2016

Respirar y hablar

Al tener la traqueotomía abierta, no se respira por la nariz y no se puede hablar. En alguna consulta de planta probaron a ver si podía respirar tapando la traqueo, pero cuando era consciente de ello me debía poner nerviosa sin pensar y era incapaz. En cambio, unos segundos en los que me hacían la limpieza del estoma taparon sin darme cuenta y no me ahogué!!!

Otra cosa tremenda fue el poder oírme por primera vez tras la operación. Me costó un rato, primero por lo de respirar, y luego por reunir el suficiente aire y la suficiente fuerza como para ser capaz de pronunciar nada más que mi nombre. Estábamos en consulta la otorrina, la enfermera y yo. Tenía la cánula fuera para su limpieza y estaba todo abierto. La otorrina cogió una gasa para hacer el intento, y me impelaba a decir mi nombre: venga, vamos, cómo te llamas? Cuando lo dije, alto y claro, no me lo podía creer. Me eché las manos a la boca y empecé a llorar. Tanto, que se abrazó a mí emocionada, y la enfermera también, y allí las tres a moco tendido.

jueves, 13 de octubre de 2016

Mis problemas con las vías

Casi más que las operaciones, a las vías es a lo que le temo. No es como en los análisis, que con un simple pinchazo y unos segundos ya acaba. Aquí me hurgan, y digo bien, hasta encontrar el mejor sitio por donde pinchar. Y los catéteres son, en ocasiones, muy largos. La mayoría de las veces no dan a la primera, y es que, me enteré bastante tarde, tengo las venas finas, y además la piel gruesa (primero, que cuesta pincharme, y segundo, que una vez que pinchan, con esa finura, revienta todo, las venas y las agujas).

Mi primera desagradable experiencia ocurrió al poco de la primera operación. Ya llevaba rato notando un escozor cada vez que me ponían la cortisona y el antibiótico. Yo me quejaba, y para paliar un poco redujeron la velocidad a la que se suministraba.

A veces me dolía tanto, que era incapaz de comer con esa mano porque no se sostenían los cubiertos. Comía con la izquierda, o bien me daban de comer.

En uno de estos chutes empecé a notar cómo hinchaba, pero no le dí mayor importancia, hasta que cuando vuelvo a mirar tenía el antebrazo completamente deformado. Una flebitis de campeonato. Asustadísima, atrapada en mi sillón porque a la vecina no se le ocurre otra cosa que plantar el suyo al lado dejando el pitufo con el gotero en el medio sin posibilidad de escapar, sin poder hablar, y el timbre fuera de mi alcance. Me puse a gesticular e intentar escribir con la izquierda la palabra "enfermera" para que buscaran ayuda. Cuando llegó, y vio el panorama...Nueva vía, hasta lo que dure.

A los pocos días volvió a fallar, pero esta vez ya fui más rápida. En cuanto me pincharon y vi que empezaba a hinchar, avisé corriendo y la quitaron. Ya venía la enfermera a ponerme otra, cuando oigo a la compañera: no la pinches, porque si marcha de alta, que intente tomar por vía oral. De la alegría, me puse a dar saltos por el pasillo.