Como ya dije, después de la primera operación aguanté bien mes y medio, dos meses, y
empecé a ir cuesta abajo. Al final estuve casi 4 meses sin poder hablar, y ante la
desesperación y porque nunca es tarde para aprender, me apunté a clase de
lengua de signos española (LSE), cosa que siempre me llamó la atención.
Yo ya me había creado mis propios signos, que todos en mayor o menor medida identificamos, pero que no se corresponden con la LSE. Al empezar en clase y usar los míos se creaba un poco de confusión. Y lo que son las cosas, ahora ya los tengo incorporados en mi vocabulario, y lo veo de lo más normal.
Y también me doy cuenta de lo difícil que son ciertos aspectos de la vida para las personas sordas. No pueden ir al cine porque las películas no tienen subtítulos; la falta de interprétes en los juzgados, oficinas bancarias, centros de salud; la ausencia de teléfonos de texto en los servicios de atención al cliente, y tantas cosas.
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