lunes, 31 de julio de 2017

Y para acabar de rematarla, pillo neumonía

Me dieron el alta y llegamos un viernes de Móstoles. Al lunes siguiente fuimos a la residencia para que me viera el jefe de servicio de ORL de OU, ya que la cirugía que me hicieron no la realizaban aquí y a todos les interesaba verme.

Fui en bus y aunque no esperé mucho rato en la parada, me debió coger el frío porque a la tarde me encontraba fatal y me subió la fiebre. Empecé con paracetamol para aliviar síntomas.

Por la noche no paraba de toser, una tos seca e incómoda, y ya empezaba a recordar "mis mejores momentos".

Al día siguiente lo mismo, me subía la fiebre por la tarde, pero el resto del día, estupenda.

Y la tos seguía, y además me echaba la mano al costado, como los viejiños. Pensaba, pobre de mí, que era una mala postura, de tanto toser que me hubiera estirado un músculo o algo.

Como no mejoraba, y apenas me podía mover del cansancio, el dolor, el agotamiento, el viernes el neumólogo me hizo una placa y vio una pequeña infiltración que indicaba neumonía. Me dio antibiótico para evitar ir a mayores.

Llamamos al jefe Ortega a Móstoles para comentar los resultados, y el domingo estábamos volviendo a Móstoles, donde ingresé el lunes. Total, escasos ocho días en casa.

No se me ocurre otra cosa que ir a la peluquería a que me lavaran el pelo. Con el tubo aún me resultaba difícil y no tenía fuerzas para hacerlo yo. Casi no podía caminar, y el ruido que había en el centro comercial se me hizo infernal y me machacaba los oídos.

El viaje en tren fue un suplicio. Solicitamos asistencia en silla de ruedas para llegar al vagón porque no podía con el alma. Demasiados días sin dormir. Todavía comiendo papas, que costaba tragar por las molestias y la debilidad general.

A causa de la infección no se pudo operar ese miércoles ya que corríamos el riesgo de extenderla por todo el cuerpo, sino que hubo que esperar a la semana siguiente.

Me pusieron antibiótico por vía, distinto, más potente y más veces al día, "de estos que matan los bichos a cañonazos", según dijo el "Lolailo".

El plan era volver tras el puente de diciembre para operar de nuevo y cerrar todo, pero con esto se adelantó un poquito.

sábado, 8 de julio de 2017

Mi primera palabra

Cuando pasé por esta segunda operación llevaba prácticamente cuatro meses sin hablar. Que se dice pronto. Cuatro meses de rabia e impotencia en que la gente me trataba como un bicho raro muchas veces. Cuatro meses de tener que ir acompañada a cualquier sitio por si me pasaba algo y tener a alguien que hablara por mí. Cuatro meses expresándome a través de una libreta. Cuatro meses de frustración por no poder expresar lo que quería en ese momento a la orden de ya. Cuatro meses de que no me dejaran decir lo que quería porque cuando me disponía a coger la libreta ya soltaban "ya sé lo que vas a decir, no cojas la libreta". Cuatro meses en que aprendí a disfrutar del silencio, y a expresar cosas con la mirada.

Y por fin llegó el día. A las 24 horas de la operación, sentada en mi sillón, aparece mi súper Primi y una adjunta, de Viveiro además. Me dice "a ver, dime algo", y honrando a mi carácter gallego y queriendo resarcirme de todo, lo primero que suelto es un enorme CARALLO. Aunque con la vocecilla que queda tras toda la tralla que tenía encima.