martes, 14 de marzo de 2017

Revisiones agosto y septiembre 2015

En agosto ya estaba el jefe, y en vez de consulta normal, tuve sesión quirúrgica. Me miraron para ver la evolución y aquello estaba descontrolado. Les escribí, ya me era imposible hablar, que hacía unos días que llevaba la traqueo abierta porque no podía aguantar más, no respiraba y me cansaba de todo.

Para ver bien el alcance de la lesión me piden un TAC. Llega el día y no me lo pueden hacer. Al tener cánula de plata hay que cambiarla por una de silicona para que salga bien. Una vez intentaron ponerme una y me puse a toser porque no paraba de picar. Todo esto se lo comenté a la enfermera y a la radióloga, y me dijeron que a ver que se podía hacer. Lo que me extrañó es que en el volante no aparecía nada de la cánula. Me volvieron a citar.

Yo, en mi desesperación de no saber qué iban a hacer conmigo, dónde operarme, cómo, no poder hablar, respirar con bastante dificultad, volví a consulta y llevé una carta explicando todo. Los otorrinos dijeron que cuando me llamaran para el TAC de nuevo fuera por consulta que me ponían la cánula de silicona para el momento, y al terminar me ponían la mía otra vez. Gracias a Dios la soporté bastante bien. 

La idea era consultar con colegas de Vigo, Santiago o Coruña, a ver qué solución había para mí. La verdad que no lo tenía muy claro, estaba bastante desesperada ya. Me asustaba el tener que operarme fuera de casa. Y el shock fue aún mayor cuando solicitaron la derivación a Móstoles, al mejor especialista de España y uno de los mejores del mundo, para que me valoraran y si era posible, operarme allí. El momento en que lo vi en el papel, y me dijeron que a partir de ese momento todo sería en Madrid fue como si me dieran una torta. Me quedé parva, la cara desencajada, viendo todo como si no estuviera en mi propio cuerpo.

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